jueves, 31 de marzo de 2016

La Niña Caprichosa



Este fue el primer cuento que escribí. En la guarde de mi hija nos pidieron hacer un cuento para el día del libro y me lancé a escribir en papel el cuento que tantas veces la había contado. Es un cuento muy sencillo pero aún hoy, después de tres largos años, cuando nombro a la Niña Caprichosa o la insinúo que se está convirtiendo en un ogro, parece que he pulsado un interruptor que la hace reaccionar y todo vuelve a la normalidad. Los niños tienen sus trucos para hacerse notar de alguna forma u otra pero nosotros también como padres podemos tener nuestras armas secretas, ¿no?


Érase una vez, en un país no muy lejano, una niña muy caprichosa. Al principio simplemente pedía cosas. Y además las pedía con la palabra mágica de la que todos los padres hablan, la palabra “por favor”.
Si la niña pedía un vaso de agua, cualquiera le acercaba un vaso de agua. Si la niña quería ir a la piscina, al día siguiente sus papás la llevaban a la piscina. Si la niña quería comerse un cocido, ese fin de semana su papá preparaba el mejor cocido del mundo para ella.
        
         Y así pasaron los años, y la niña cada vez pedía cosas más raras. Quería ir a Saturno, comerse una sopa con gelatina por encima, una tarta de chocolate con macarrones…y claro, sus papás no la hacían caso, la decían que estaba pidiendo cosas imposibles. Y la niña cada vez que sus papás la decían que no a uno de sus caprichos, ¡se ponía a llorar y se convertía poco a poco en un ogro feo y colorado!!!  

         Pasó el tiempo, y ya nadie quería jugar con la niña, ni sus amigos del cole, ni sus abuelos, ni sus primos…¡era un rollo estar con una niña siempre enfadada! Cada vez que la pequeña se enfadaba, su rabia iba creciendo y cada vez se volvía más roja y gritona.


         Un día, la niña quiso salir a la calle con los pantalones en la cabeza, y claro, sus papás no la dejaron. Comenzó a llorar tanto que creció y creció hasta el techo y se puso ¡roja como un tomate! De camino a su habitación enfadada se vio en un espejo por casualidad, y hasta ella misma se asustó de lo que vio:
- ¡¡Ahh un ogro! - gritó la niña.
- Eres tú, mi niña, para que veas el miedo que das cuando te enfadas - le dijo la madre.

         A la niña no le gustó nada de nada lo que se encontró reflejado en el espejo, asíque decidió hacer caso a su madre, ponerse los pantalones en las piernas y pedir perdón a sus padres por no haberles hecho caso.

         A partir de entonces, la niña comprendió que sus papás hacían todo lo que podían por complacerla, pero que si no podían ir a Saturno o hacer una tarta de chocolate con macarrones no era porque no quisieran, sino porque no podían o porque ¡les dolería la tripa semanas!

         Y todos vivieron felices y contentos, y de vez en cuando, y solo para estar por casa, se ponían los pantalones en la cabeza.

5 comentarios:

  1. Buen cuento. Y le encanta a mi hija

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  2. Fantástico cuento, Cecilia! Esta noche no se van mis hijos a la cama sin que se lo lea. Gracias por compartirlo!! ☺

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    1. Muchas gracias. Espero que les guste y que no lo tengas que aplicar muy a menudo 😉

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  3. Fantástico cuento, Cecilia! Esta noche no se van mis hijos a la cama sin que se lo lea. Gracias por compartirlo!! ☺

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